
Inteligencia Artificial y Calidad de Vida: tecnología, libertad y bienestar.
En su obra Development as Freedom, Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, define la calidad de vida como la libertad que posee una persona para asumir y sostener un estilo de vida acorde con los valores que distinguen aquello que se considera importante. Esta definición encierra una visión del bienestar humano que no se encuentra cifrada necesariamente en la posesión de bienes materiales, como sostiene el liberalismo clásico, sino en la libertad: es libre quien posee la capacidad de vivir acorde con una serie de preceptos que señalan aquello que otorga sentido a su existencia.
Esta concepción de la calidad de vida se encuentra parcialmente alineada con aquella que nos ofrece la Organización Mundial de la Salud: “La calidad de vida es la percepción del individuo de su posición en la vida en el contexto de la cultura y el sistema de valores en los que vive, y en relación con sus objetivos, expectativas, normas e intereses.”
Calidad de vida y subjetividad
Ambas definiciones coinciden al considerar el bienestar humano como un factor que sólo se puede determinar a nivel subjetivo: los hábitos, costumbres, objetos y relaciones que conforman mi cotidianidad aparecen ante mi mirada como cualitativamente significativos si se ajustan a los valores en los que creo, si cumplen con mis expectativas de desarrollo personal y si coinciden con mis objetivos e intereses; pero, además, la capacidad que poseo para mantener un estilo de vida estable cifrado en esos hábitos, objetos y relaciones sociales coherentes con mis valores me hace sentir libre y, en consecuencia, feliz.
Desde luego, estas definiciones parten del supuesto de que los estados han logrado proveer a sus ciudadanos de un mínimo de condiciones materiales como para que les sea posible ejercer su libertad y conformar su estilo de vida acorde con las expectativas sociales vigentes en cada contexto cultural. Sólo en la medida de que hayan existido un agregado histórico de decisiones políticas y económicas capaces de generar una base de desarrollo individual y colectivo para sus ciudadanos, estos podrán, teniendo resueltas las necesidades básicas para todo ser humano, proyectar y construir su vida acorde con sus expectativas personales únicas.
Inteligencia Artificial y Calidad de Vida
¿Cómo juega la tecnología en ello? ¿Qué papel tiene la Inteligencia Artificial en la capacidad para gestionar la propia calidad de vida?
Como en el caso de la política y la economía, la tecnología posee una base histórica de desarrollo sobre la que descansa y encuentra sentido toda innovación presente: de no haberse inventado la escritura y, a lo largo de los siglos, una variedad de soportes para preservarla, carecería de sentido que Johannes Gutenberg en 1440 inventara la imprenta o que Evelyn Berezin en 1969 diseñara Data Secretary, el primer procesador de texto informático.
El desarrollo y posterior adopción de una tecnología sólo tiene sentido si su presencia juega un papel relevante dentro de nuestra vida, sea porque crea nuevas oportunidades de aprovechamiento de algún recurso que acarrea beneficios sociales o porque su uso mejora nuestros hábitos, tareas, procedimientos y formas de relación interpersonal, impactando con ello, positivamente, en nuestra calidad de vida.
Bajo este principio, la existencia de un modelo de lenguaje basado en inteligencia artificial, capaz de responder preguntas en lenguaje natural a través de la generación automatizada de textos solo ve justificada su existencia y su adopción si, o bien responde a una necesidad colectiva previamente cubierta por un dispositivo tecnológico más rudimentario (desde un códice prehispánico hasta un hipertexto en la internet), o bien, porque el acceso que tenemos a este nuevo desarrollo incrementa ante nuestra mirada subjetiva la capacidad personal que tenemos para mantener o mejorar nuestro estilo de vida, acorde con los valores personales o compartidos que lo fundamentan.
La expectativa de bienestar en números
En este sentido, no es casual que la adquisición de dispositivos basados en Inteligencia Artificial como los asistentes virtuales, los termostatos inteligentes, sistemas de seguridad y de riego autónomos, robots aspiradora, así como televisores y demás electrodomésticos inteligentes, presenten una proyección de crecimiento anual para 2032 superior a los 116 mil millones de dólares en Estados Unidos, y de más de 135 mil millones de dólares para 2034 en Europa, según las estimaciones de Global Market Insights (GMI).
Estas cifras reflejan no sólo la utilidad real que la nueva generación de dispositivos impulsados por Inteligencia Artificial posee dentro de la configuración actual de la sociedad, sino que refleja además las expectativas que despiertan en sus usuarios con respecto a cómo la incorporación de esta tecnología a sus actividades cotidianas mejorará su calidad de vida y con ello sus grados de libertad y bienestar.
Fortalecer el ámbito de lo humano
Si bien la relación entre tecnología y calidad de vida descansa en estimaciones enteramente subjetivas, configuradas por la cultura y el contexto social de cada grupo humano, es innegable que su aparición en el horizonte de las posibilidades de enriquecimiento de la experiencia vital no es fortuito: toda tecnología se encuentra justificada por un proceso histórico en el que su capacidad para fortalecer el ámbito de lo humano ha sido el criterio primordial para su valoración y adopción social por parte de cada generación. La Inteligencia Artificial no es ajena a dicho proceso.